Embzulas

Friday, May 05, 2006

Embzula 3

Embzula III





















El hijo del carretero no dejaba de repetírselo, a la virgencita me le encomiendo, mientras que su mama la viuda y con solo su hijo de compañía, vestida de negro total, le acompañaba. Que es esa rezadera a la virgen, que ella no tiene órdenes de hacerle cumplir sus demanditas de amor, eso hay es que dirigirse al puro propio cielo mayor, para que los ruegos se vuelvan realidades. Pero el Arcesio seguía arrodillado junto a la estatuita de barro cocido de la virgen madre de Dios, como Arcadio le añadía para que así quedara empatado con el cuento de los cielos mayores de su mama. Que la niña Anastasita me mire y me pare bolas virgencita, le repetía. Su padre había sido asesinado en la época de la violencia cuando no había naides en las fincas. Llevaba su carreta llenita de muertos un día cualquiera después de las balaceras, y la gente del gamonal lo quemo así de frio no mas, que hizque porque solo se podía cargar eran muertos godos no mas, que los que llevaba, se los coman los gallinazos para que nadie los reconozca.

El loco tío Arnold de su propia aventura había cruzado ya los siete mares, y por esa época, bajo a Anserma en forma muy misteriosa, que lo habían echado de Italia, que porque era anarquista, le contaba doña Agustina a sus hijas en el comedor, que que es anarquista, le pregunta Amapola, que es algo como armador de líos, le dice su mama. Que va, dijo don Álvaro, esas gentes tienen su propia filosofía, y el Arnold es tan loco como tu abuelo Apolinar. Ese viejo vasco vikingo que por venir de tan lejos, es que traen cosas raras, decía Agustina. La comida se desarrollo sin más comentarios. El comedor de madera rustica recordaba en alguna película a un mesón de esos de la Francia del siglo XV, es un Luis XV, decía Agustina a las cocineras cuando le preguntaban que porque habían traído esa mesa  y asientos tan raros. La vajilla era hecha en Colombia, de las finitas de Corona y los utensilios y cuchillos eran antiguos.    Mi abuelo polito dice que el tío Arnold no es tío sino también abuelo, pregunta Amapola, y la sirvienta que le sirve le susurra que no haga preguntas inoportunas en la mesa. Amapola agacha su cabeza en un enojo superficial que acompaña con una fruncidita de seño, para al segundo olvidarse y meterse dentro de sus pensamientos.

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